El paisaje
que flota por encima de tu hombro
me es extraño
y sé que tus ojos
están viendo cosas que mis ojos,
todavía, no pueden ver.
Hugo Foguet
¿Cómo nos imaginan, aquellos que nos imaginan, antes de que nazcamos?;
¿los modos con que nos presentamos en los sueños de los otros, a pesar de la
subjetividad del soñador, nos integran?; ¿podemos considerarnos completos sin
la mirada de los demás?; ¿reside nuestro ser en el recuerdo del otro o, es éste,
sólo una composición gestada por ese otro?... Tal vez se han de detonar los
garfios de estos interrogantes - y de varios más - cuando el espectador haga
contacto con la obra que “lo nomine” en Gente
Ilustre de Viviana Rivadeo Monteros; entonces el interruptor que active
su laberinto interno, volverá a encenderse para mostrarle que las salidas son
varias y una sola, pero también ninguna. Pero esta vez, dicho interruptor será
accionado por la artista que, sin recurrir a la ortodoxa metodología de hacer
posar al modelo a retratar, escarbó en el vaciadero archipielágico de la retina
de su memoria, para refundar la bella línea informe de los contornos que
contienen a la plebeya fauna de su cotidianeidad.
En cada uno de estos dibujos, está el trazo del gesto y sustancia que
define al retratado (como la partícula de luz molecular en los restos de resina
del violín en “Hins Anders”, de Anders Zorn) e, innegablemente, está también la
artista observando inquieta (cual Zuloaga encerrado en la bola plateada de “La
enana doña Mercedes”) cómo el observador, desde un punto atrás de su tiempo, se
redescubre en la obra; espejito de las misteriosas dimensiones.
Gabriel Gómez Saavedra
Agosto de 2012
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El Poeta |